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domingo, 10 de octubre de 2010

SOBRE EL CAMINO DE SANTIAGO



Con algo de retraso, paso a colgar por orden de llegada a mi correo electrónico, las aportaciones que los jóvenes han ido haciendo desde que tuvieron esa experiencia incomparable del Camino de Santiago. No todos pudimos ir... algunos estabamos lejos, visitando la Tierra que vió nacer y morir a Nuestro Señor Jesucristo. Otros no pudieron conseguir todo el dinero que hacía falta para pagar los gastos.... en cualquier caso, sabemos que estuvimos presentes en cada una de las oraciones de los que pudistéis ir. Por allá estuvieron junto con más de 200 jóvenes de nuestra diócesis durante los últimos días del mes de Julio y los primero de Agosto. Merece la pena leerlos y descubrir como el Señor a cada uno , con los mismo, nos dice cosas completamente distintas. Vamos a comenzar con el de Rebe, que fue la primera en enviarlo. Espero que os guste.




¡Ya estoy de vuelta! Recién llegada de Santiago, de haber andado el camino.
En realidad no sé muy bien como definir este viaje, esta peregrinación, ¡porque ha sido toda una experiencia!

Quería cambiar de aires; quería ver y conocer el norte de España; quería conocer gente, compartir experiencias; pero sobre todo quería encontrarme con Dios.
Es tan duro y largo el año, el curso, el invierno hasta que llega el verano; son tantas las cosas que hay que hacer; estamos tan ocupados todos; tenemos la cabeza en todos lados menos en Él…
Necesitaba encontrar la autenticidad, la verdad que Dios nos da, la que Jesús puso en nuestro mundo… y he de decir ¡qué la he encontrado! Suena un poco abstracto y es un poco complejo de explicar pero lo voy a intentar.

Son tantas las cosas que he aprendido en el camino, que no sé bien por donde empezar, pero todo comienza con la ilusión, con las ganas de conocer, con la predisposición de ponerte en las manos de Dios en el camino, y es que no sé si lo habrás pensado, pero el camino que se hace hasta llegar a Santiago, puede ser un símil al camino de tu propia vida.
Sigue el esfuerzo y, por supuesto, la ilusión que no cesa.
Pierdes el aliento por el calor, por el cansancio, por la dificultad del camino, y lo recuperas porque te ofrecen ayuda, te ofrecen una mano a la que agarrarte o que te hace compañía; lo recuperas porque alguien te espera y se queda ha tu lado hasta que puedas continuar caminando o simplemente te dedican una mirada o una sonrisa, que con lo sencillo que resulta, en esos momentos a ti puede hacerte un mundo.


Todos los días nos miramos al espejo y vemos cosas de nosotros que nos gustan y otras que no. Cuántas veces, la sociedad, nos hace preguntarnos por qué he decidido ser maestro en vez de abogado o cirujano, así como el obrero o el panadero se habrán preguntado por qué no decidieron ser maestros, y así, todos, muchas veces, no estamos conformes ni lo estaremos con como somos y con lo que somos.
Y en el camino te das cuenta de que todos somos iguales, y digo todos porque nadie es más importante ni mejor que nadie. En los malos momentos todos somos débiles y lloramos, al contrario que en los buenos que todos reímos y somos felices. Con el amor todos sentimos a veces cosas buenas pero también sufrimos. Y es así como nos hizo Dios. Nos hizo desde lo natural, nos hizo de lo sencillo y nos hizo simplemente humanos, a todos por igual.

El camino es ponerse ante Dios desde lo más humilde, con las manos vacías; plantarse en la vida, ante Dios, desde el alma.

Cuando llegas y ves la Catedral, tan bonita, tan inmensa, tan esperada…todo tu cuerpo se llena de algo que apenas sé explicar…alegría, emoción…ya nada te duele…pero sobre todo, sientes gratitud.

Miras a tu alrededor y ves a todas las personas que te han acompañado durante el camino que ríen como tú, o que lloran como tú, porque en algún momento no sabes muy bien lo que es, es una mezcla de emociones, pero si sabes que están sintiendo lo que tú. Y es en ese momento cuando ya no te cabe ninguna duda de que en los malos momentos de la vida, en las cosas que nos han hecho sufrir, estaba Él. Él, que te alentaba y animaba a seguir. Él, que ponía a todas esas personas a tu lado para ayudarte. Él que quería que fueras capaz de andar ese tramo pedregoso del camino de tu vida para que pudieras seguir siendo feliz, o al menos intentándolo…
Es entonces cuando decides que quieres que Él siga estando en tu vida, que siga dándole sentido…

Y es así todo tan sencillo como lo cuento. Todos los caminos de la vida, si tú quieres acaban llevándote hacia Él.
Rebeca Navarro

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